Breve historia de la cerámica de Fajalauza
El nacimiento de la cerámica de Fajalauza se da en la primera mitad del siglo XVI en Granada, ーsobre todo en el Albayzínー, dónde se fabrica un tipo de loza conocida comúnmente como cerámica de Fajalauza. Se trata de una producción de corte popular que a lo largo del tiempo ha suscitado un amplio interés, hasta el punto de que cualquiera de sus humildes recipientes puede ser considerado como una de las señas de identidad de la ciudad. La denominación de Fajalauza se remonta al menos al año 1841. Es entonces cuando aparece este nombre recogido en la revista local «La Alhambra (31-1-1841)» , consolidándose plenamente en el siglo XX. Sin embargo, la actividad productiva es mucho más antigua: sus orígenes hay que buscarlos en la evolución que sufren las cerámicas fabricadas en el entorno de la Alhambra y el Realejo después de la rendición de Granada. Se producirá entonces una situación compleja en la que algunos elementos irán evolucionando, mientras otros van a mantenerse tratándose, por tanto, de la manifestación de un arte popular, genuinamente granadino, que tiene ya algo más de quinientos años de existencia.
Efectivamente, la primera mención que se ha podido encontrar en los documentos data de 1517, y se refiere a los «olleros», es decir, los alfareros. Sin embargo, éstos ya aparecen mencionados en una Real Cédula de 1492. Los alfareros que siguieron trabajando tras la conquista fueron moriscos, de los que en algunos casos conocemos su nombre gracias a la documentación. El más significativo, para el caso que nos ocupa, es el de Hernando Morales, antepasado de la misma familia que actualmente sigue siendo la propietaria de los talleres de Fajalauza. En el siglo XVI la ciudad de Granada contaba con 37 talleres de olleros, que en el siglo XVIII, en el Catastro de Ensenada, habían quedado reducidos a 10. En el siglo XIX este número decrece aún más, hasta sólo 8. Uno de ellos será el de la familia Morales.
Cerámica de Fajalauza , pues, se denomina a la cacharrería popular en barro vidriado y decorado, elaborada en el Albaicín granadino por una gran cantidad de familias diferentes, y con una tradición alfarera que se remonta por lo menos al año 1517.
Permaneció invariable en un estilo y señas de identidad caracterizados por el vidriado estannífero y la decoración en azul-agrisado de cobalto, verde de cobre y negro-morado de manganeso, con decoraciones con motivos vegetales –con el protagonismo de la granada, pájaros, lacerías y motivos heráldicos.
Entre sus reconocimientos podemos citar Medalla de plata Exposición Universal de Bruselas de 1910, Exposición Iberoamericana de Sevilla 1929, I premio de muestra del plato ornamental de Cáceres, Hispanic Society de N. York, Victoria & Albert Museum de Londres, Museo Etnológico de Ginebra, etc.
Nuestros productos están realizados siguiendo la técnica tradicional árabe de la que somos sus más fieles continuadores y prueba de ello es, entre otras realizaciones, el paño de azulejos de restauración del patio de los Arrayanes en la Alhambra, el zócalo del patio principal del Ayto. Granada, la casa del judio de Córdoba, o la azulejería completa de la finca de los reyes de Bélgica en Motril.
El edificio taller: patrimonio industrial
El núcleo principal de las alfarerías se encontraba en época moderna en la zona entre Cartuja- San Isidro, San Ildefonso y Fajalauza. Las alfarerías son instalaciones que requieren de espacio para el desarrollo de su actividad y además de materias primas y agua. Contaban además con un espacio de vivienda, donde residían los miembros de la familia propietaria. La casa-fábrica de la calle Fajalauza nº 2, la cual está todavía en producción, integra todo el proceso necesario para la elaboración cerámica tradicional: balsas de decantación y zona de maduración de la arcilla, tornos enterrados, hornillos y horno de reverbero para la elaboración de esmaltes, cámaras de pintura y secado, y el magnífico horno «hispanoárabe» de cocción con aulagas como combustible. Así mismo, la centenaria fábrica alberga mejoras «modernas» de mitad del siglo XX, como la prensa de platos, la batidora para mezclar los barros, molinos de esmalte, etc.
La Fundación Fajalauza pretende proteger y conservar la tradición artística y artesanal de esa cerámica transmitiendo dicha herencia a toda la ciudadanía como patrimonio cultural inmaterial y memoria colectiva. De entre todas las factorías antiguas, las de la familia Morales Moreno son las únicas que todavía hoy conservan la producción, manteniendo la tradición centenaria a pesar de los embates de la revolución industrial.
Sin embargo, la fábrica antigua atraviesa una situación dramática, que exige una urgente intervención pública para evitar que se pierda unos de los pocos testimonios vivos de la Granada de siempre. La Fundación ha puesto en marcha una campaña de donaciones con el objetivo de acometer medidas temporales para que las instalaciones no sigan deteriorándose. La celebración reciente del 500 aniversario ha servido de impulso para poner en marcha, entre otros proyectos, el expediente de declaración como Bien de Interés Cultural del conjunto de las instalaciones. Consideramos que es momento de que todos los representantes públicos de la ciudad muestren su apoyo a la iniciativa, y se consiga por fin el reconocimiento público de este patrimonio cultural granadino.
La bibliografía sobre nuestra cerámica es abundantísima, como muestra:
- Cerámica de Fajalauza; José Luis Garzón Cardenete. Edit.: Albaida, Granada, 2004.
- La cerámica de Granada; Carlos Cano Piedra, José Luis Garzón Cardenete. Edit.: Diputación Provincial de Granada, Granada, 2004.
- Cerámicas de Manuel Ángeles Ortiz; Emilio J. Escoriza Escoriza et al., Edit.: Caja Granada, Exposición realizada en el Museo Casa de los Tiros, Granada, 2006